lunes, 22 de octubre de 2007

Por nuestros campos y ciudades.

Lluvias, muchas lluvias, en el oriente, ahora en occidente, y si, muchas, muchas enfermedades, potenciadas por la mala calidad del agua que se supone potable y que se ha contaminado con fuentes no aptas para consumo humano, mal estado de las redes hidraúlicas y la falta de adecuado control sanitario de las masas que entran a recibir atención médica en Cuba se conjugan con el natural proceso de las aguas subterraneas para provocar verdaderas epidemias.
Algo que llama la atención esta vez, es que al parecer, para nuestro alivio, han omitido las noticias como "...se ha perdido la cosecha tal...", "...perecen x cantidad de animalitos destinados al consumo de la población...", etc, que eran subterfugio de los medios de comunicación de la tiranía para ocultar su ineficiencia, nunca alguien se lo creyo, salvo el autor.
La cuestión en si se ve agravada, porque antes de la avalancha humana descontrolada procedente de países latinoamericanos, usted podía buenamente pasar una gripe en su casa, con abundantes líquidos, unas pastillitas y a los tres días, ya podía regresar a su vida normal, ahora, las gripes son de "ampanga", de "apaga y vamos", de hospitalización por las altísimas fiebres y el malestar con síntomas extravagantes.
Dice el dicho que las desgracias no vienen solas, el dengue, perenne azote del cubano, se hace presente como producto del nacimiento de los mosquitos que han permanecido latentes hasta estas copiosas lluvias, se extiende además, como consecuencia del deplorable estado de la sanidad pública.
La escasez de médicos, medicinas adecuadas y la falta de condumio, provocan verdaderas epidemias entre la población cubana. Epidemia que, como tantos males inherentes al régimen dictatorial imperante en Cuba, arrostra el cubano imperterrito, por aquello de que no hay dictadura que dure 100 años, ni pueblo que la resista.