Existe certeza
en Cuba, más que la creencia generalizada a nivel mundial, de que se producirá
un cambio política. Un síntoma de lo anterior es la ausencia de impacto entre
los cubanos del anuncio de Raúl Castro de que gobernará por 5 años más y
abandonará el poder.
A menudo se
teoriza sobre este cambio, cada día con mayor fuerza a medida que se acercan
momentos definitorios y en menor grado por los cambios cosméticos introducidos
desde que el designado a dedo escalara la cúspide del poder, lo cual es una
constante a través de la historia pos 59, es decir, negar lo que de hecho están
haciendo. Los insuficientes cambios no son precisamente la NEP soviética o
cualquiera de los otros experimentos obligados a realizar por sistemas
totalitarios, ineficientes económicamente como una característica inherente a
ellos; históricamente justificados como un proceso capitalista temporal, su uso
es redundante.
En mi opinión,
se perfilan cuatro posibilidades o escenarios, como suele llamarse, con
pequeñas variantes o vertientes, ellas serían:
1.- Un cambio
por la muerte natural de Raúl Castro; el reemplazo, como es común en otras
variantes, no lograría mantener la omnipotencia del régimen y realizaría
pequeños ajustes, pero finalmente en un corto período de tiempo, estaría
abocado a encaminar el país hacia una democracia haciendo dejación del poder,
so pena de ser obligado por las malas a hacerlo.
2.- La
intempestiva toma de acción por uno o varios oficiales militares decididos a no
hundirse con el régimen, quien o quienes propiciarían la transición en un breve
tiempo, no tanto por un deseo como por una necesidad imperiosa ante la falta de
aprobación internacional a la permanencia de un gobierno castrense.
3.- Una protesta
aislada que desencadene la toma de las calles por la población y la exigencia
de abandono del poder por parte de quienes han sido parte de él de alguna
manera; la miseria compulsaría un evento de magnitudes multitudinarias. La
expedita y siempre violenta represión a las manifestaciones pacíficas que se
realizan de tiempo en tiempo, es un síntoma del terror del régimen al
desencadenamiento de sucesos como el maleconazo
en el año 1994, el cual no cristalizó por la ausencia de una oposición conocida
y reconocida por la población que reaccionara rápidamente guiando hacia el
objetivo al pueblo disgustado en extremo. El detonante si se produce en la
capital cubana sería de un efecto más
inmediato que si sucede en las capitales de provincia, pero de sucederse en el
interior del país, su efecto llegaría aumentado a todas partes por la natural
disposición del ser humano a exagerar, la ausencia de comunicación o noticias
por el esquema de censura implantado en Cuba por el gobierno y la disposición
actual de la población a creer lo peor viniendo del régimen cubano. La
represión, lo sabe el gobernante actual, empeoraría las cosas, si sucede iría
en su contra.
4.- Si en el
caso anterior se decidiera por una represión brutal, que por supuesto incluye
las tropas de todo tipo y por fuerza habrían víctimas fatales, corre el peligro
real de una intervención norteamericana. Lo americanos preferirían no tener que
hacerlo, cosas veredes Sancho, pero
la presión de la opinión pública integrada por cubanos exiliados que verán con
horror y creerán que están matando a todos sus familiares, les forzará
finalmente a tomar cartas en el asunto, repito, muy a su pesar.
Las cuatro
posibilidades estarían catalizadas indistintamente, por la situación
internacional, básicamente dos: el resultado de las elecciones en Venezuela, de
efectos inmediatos si gana Capriles; a largo plazo si gana Maduro, quien
enfrentará un tétrico panorama irresuelto por Chávez y la situación de
desprestigio en la arena internacional por la extrema y habitual violación de
derechos civiles y ciudadanos, incluso reconocidos en la constitución
imperante, que llevaría implícita una condena y aislamiento del régimen, de
efectos a mediano y largo plazo.
Una quinta
posibilidad, no enumerada ni incluida en las anteriores por improbable, sería
la deseable para todos. Esta sería la salida negociada del actual jefe de gobierno,
que mediante conversaciones secretas con la oposición, garantizaría ponerse a
salvo él y los suyos a cambio de entregar el poder en un proceso indoloro,
mesurado, sin sobresaltos y conveniente a todos, en el período de unos meses.
Factores como la desconfianza, un desempeño dubitativo característico del
gobernante cubano y una oposición con un liderazgo nítido, conspiran contra
esta quinta posibilidad; que precisamente por deseable no debe ser desechada o
categorizada como imposible.