Poco tiempo atrás, leía en una página sobre el uso o mal uso que dan algunos propietarios a su email, entre otros la abundancia de ellos en sus bandejas de entrada. Eso es normal, lo que no me pareció nada normal, es la descripción de como el autor del escrito se hizo con datos para conformar esta idea. Explicaba él, que miró por encima del hombro de varios colegas y de esa manera se percató del detalle de los correos. Nada, lo más natural de este mundo.
Este tipo de cosas siempre ha disparado la alarma en mí, es decir, hechos o actitudes que pudieran parecer naturales, quizás por idiosincracia o mal hábito adquirido. Afortunadamente, he ido aprendiendo a respetar la intimidad de cada cual, y practicar normas de convivencia, que no se usan en mi país extensivamente, pero debiera ser, creo que con el tiempo se usará, pues es parte del respeto al derecho ajeno de que hablaba Juarez para la permanencia de la paz.
La curiosidad comparativa, como le llamo al interés de fisgonear en la vida de los demás, hace a algunas personas cometer actos impensados y faltos de ética, como una broma o algo pueril e inocente. Aun esto, es falto de ética y costumbre de respeto por el prójimo.
En un mundo como el de hoy, y aun más, como el que se avecina, es de urgencia delimitar los límites en torno al derecho de cada cual a tener su privacidad, su vida personal sin que alguien pudiera asomarse por curiosidad, morbo, malicia o justificaciones insuficientes desde una óptica legal; límites frente a personas, gobiernos o instituciones. Enseñar y aprender a respetar esos límites es parte esencial en el hombre del futuro. Con tantos artilugios tecnológicos sofisticados al alcance del más simple mortal, y gobiernos empeñados en justificar el meter las narices en las vidas de sus nacionales por distintos motivos, las más de las veces exagerados en cuanto a peligros inminentes o futuros; se hace necesario despertar en los ciudadanos la necesidad de establecer límites claros, contemplados en las leyes y defendidos por la justicia en cuanto al acceso a datos personales, derecho a desarrollar su vida privada según sus cánones, gustos o aficiones sin que haya personas o instituciones fisgoneando en esos detalles o datos.
Todo el párrafo anterior es aplicable, valga la aclaración, a los países en los cuales el gobierno es demócratico, existe la división de poderes que evita que alguno de esos poderes se vuelva contra los que lo erigen y sus ciudadanos puedan ejercer los derechos contenido en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
No es el caso de tiranías o como se le dice hoy día, gobiernos totalitarios. En ellos es una verdad de perogrullo la consuetudinaria conculcación de esos derechos, de la privacidad y la persecución por cuanto medio existe de los derechos ciudadanos reconocidos ha mucho, en miles de textos legales y sociales, estas violaciones, que por supuesto son legales, pues se han encargado de arreglar las leyes según su personal conveniencia y antojo.
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