martes, 10 de abril de 2007

Se le acaba el tiempo al cedro.

Continua el trabajo, lo cual sigue siendo bueno, aunque no la paga. De todas formas hice tiempo para terminar de leer "Todo el tiempo de los cedros". Tengo la certeza que a la escritora, Katiuska Blanco, por mucho que se ha esforzado en edulcorar y adornar la historia de la familia Castro, que en este libro va desde el final de la guerra del 95 con el padre del dictador, hasta el año 1959 en que toma el poder; es una tarea imposible, no debe ser bien vista o recibida en los medios oficiales a pesar del esfuerzo sobrehumano por presentarnos el producto de manera comestible a lo novela brasileña y la "chicharronería" que destila el libro.
Ya a la mitad de la lectura se tiene una idea del medio tan hostil y francamente traumático de la infancia de los que hoy desgobiernan el país. Hijos fuera del matrimonio, lo cual en aquella época era mal visto; son enviados lejos de los padres a un suplicio de estudio, para muestra este botón que transcribo de la página 108, "...en casa de una prima de la maestra Feliú...le parecía a Fidel una presencia descomunal, se orinó en la cama...", tras esto sigue la disculpa o abundante explicación de la escritora. Más adelante el propio Raúl anda perdido meses hasta la llegada de Lina la madre de los hermanos Castro, quien sale a buscarlo y lo encuentra. Como nota grotesca, la mamá de los Castro llamaba a la mesa de un ¡¡escopetazo al aire!!. Fidel, cuando estudiaba, ya en la universidad, arrancaba las hojas de los libros con violencia y las arrojaba lejos de sí; uf, parece que la Blanco olvidó la goma en esta línea. Además, contiene algunos manejos nada ortodoxos del dictador en una transacción nada clara sobre la finca de su padre; esto no queda claro por mucho que escribe Blanco, más bien lo oscurece y le da un tono de trampa o "trapicheo".
En fin señores, les aconsejo la lectura de "Todo el tiempo de los cedros", es muy reveladora y explica como el arbol que nace torcido, jamás su tronco endereza.

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