Hace unos días, a la mayoría en el barrio nos tenía intrigado un gallo que andaba a sus anchas por las casas y las aceras. Es una mezcla de gallo fino de pelea con kikiri. Duerme lo mismo en un arbol que en la reja de una ventana a 10 metros del piso. Hoy finalmente, pude salir de mi duda mayor; me preguntaba con lo paupérrimo que esta el condumio del cubano, ¿cómo este plumífero había sobrevivido tantos días?, la respuesta me vino a través del origen del gallo citadino, origen que me contó la vecina. Resulta que el gallo estaba destinado a una fiesta litúrgica, del tipo santería que iba a hacer un vecino, pero el susodicho "gallito de pelea", para mi que es alguna reencarnación de Albert Einstein, se olió su triste final y horas antes desapareció. El dueño inmediatamente tras una búsqueda infructuosa, optó por comprar otro gallo. Al día siguiente aparecía el "cruzaito" de gallo por el barrio, no tardé ni dos minutos después de que me contaron la historia, en caer en la cuenta de que el cubano que es muy creyente, no importa si es de Jesuscristo o Yemayá, sabiendo el origen y el destino del gallito se mantiene a buen recaudo de encajarle los colmillos o hacerlo sopa, por si las moscas, vaya. Más adelante, debieran publicar la noticia en la prensa, no sea que venga algún incrédulo desconocedor de la hidalguía del tal gallito y se lo zampe, algo como el cuento de Alvarez Guedes del violinista y los leones amantes de la música, excepto el león sordo, por supuesto y quien se desayunó al violinista.
viernes, 2 de febrero de 2007
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