miércoles, 21 de julio de 2010

El desempleo que viene.

Desde antes de 1990, el cubano sufre y padece condenado en una paradoja, la ley contra la vagancia, luego renombrada a Ley de peligrosidad Social, y el desempleo cabalgante en la isla; mientras la ley obliga a trabajar, por otro lado no se encuentran plazas satisfactorias a la preparación académico-profesional o que por pagar buenos salarios se obvie esa preparación; la excepción del turismo, que aun cuando no paga buenos salarios da oportunidad para obtener moneda dura o bienes de consumo fuera del alcance del bolsillo promedio, no provee suficiente empleo para remediar el mal.
Desde la subida al poder del hermano sustituto, la política es obligar usando esa paradoja, a que los jovenes se empleen en puestos poco atractivos, principalmente la agricultura, so pena de advertencias primero y prisión a continuación.
El anuncio de millones de desempleados por venir, ahora tratan de suavizarlo con frases como ajuste de la plantilla.
El sistema, que para mantenerse uno de sus pilares es el supercontrol de todo, incluída la economía, no logra conjugar por su naturaleza una economía boyante, los magros ingresos son devorados en la manutención de un ejército gigantesco e improductivo y otros parásitos presupuestales; los "inventos" económicos se suceden uno tras otro, la matemática que desea la dictadura de 5-3=8, sólo destaca en los documentos oficiales, mientras la matemática real en la sociedad, tener que llevar a la boca, vestir y otras necesidades perentorias, se aproxima cada día más al cero absoluto. Ni el nuevo auge del cuentapropismo, la empresa personal, porque en la realidad no si ajusta el término privada, promete soluciones o remedio a males endémicos del sistema. Las materias primas, a consecuencia de la persecución del robo continuado de bienes de las empresas estatales, oscilan en precios que luego de terminado el producto o servicio, resultarían en precios de venta inalcanzables para la inmensa mayoría, así una persona que emprendiese una cafetería, tendría que pagar a 10 ó 20 pesos el pan, más el elevado precio del contenido, supondría vender ese pan para obtener un mínimo margen de ganacia en 20 pesos o mas (moneda nacional), cuando el salario promedio ha de andar en los 200 y tantos o 300 y tantos pesos mensuales. Los pequeños negocios que han subsistido, lo hacen por tener sus fuentes de abasto de materia prima ya concertadas de mucho ha con productos robados, pasados mediante documentos falseados o que amaparan aparte de los ofcialmente obtenidos, los robados; las mismas, sobreviven con exiguas ganancias y la espada de Dámocles de los inspectores, a quienes se ha de untar por igual para poder mantener el negocio. Es tan evidente el fiasco, que quienes susbsisten son tomados por informantes o apadrinados de alguien en el poder, por quienes conocen de la prevalencia del negocio personal a través del tiempo.
El ocultamiento de las finanzas, facilita el desmadre del dictador, ni aun quienes participan en la comparsa de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sabe cuanto y en que se gasta del presupuesto; solictar tal información o intentar calcularla, supondría un delito político, ser clasificado como disidente o peor aun, terrorista al servicio de una potencia extranjera.
Somos un país lleno de preguntas que no se hacen y callada por respuesta, si alguien se atreviera a realizarlas, peligraría el y su familia; esto, ni más ni menos son las dictaduras, silencios, vacíos y lagunas en todo cuanto le es inherente al ciudadano para participar del gobierno de manera efectiva.
El abismo por el que despeñara la dictadura se divisa mejor cada vez más y sus agonizantes medidas, solo aceleran su marcha a ese abismo; allá en el fondo, le espera la economía, su economía, la que se han dedicado a desarmar desde que tomaron el poder; quienes sobreviven, tienen a su cargo cerrar la brecha tras la caída, para asegurarse que el monstruo descanse donde pertenece, en el quinto infierno, de donde jamás, debió permitírsele emerger.

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