martes, 13 de noviembre de 2007

De lo sublime a lo rídículo, va un Chávez.

No hay límites ni para la sabiduría, ni para su opuesta, la estupidez humana. Si en algún momento, algunos pensaron que Chávez se encarrilaría luego del susto fuera del poder, han pasado a ver la triste realidad, espero que no sea tarde. Ese mismo general que en su día lóbrego le salvó, hoy arremete contra él, así como sucedió en la historia cubana, hoy se repite a pasos apresurados en la historia venezolana actual. Como ha sucedido de tiempos ha, para ser precisos, desde la revolución bolchevique en el 1917, la toma del poder por un individuo, no significa compromiso alguno con sus seguidores o colaboradores cercanos, muy al contrario, estos estorban, le recuerdan a quien se erige dictador, sus deberes y fidelidades, de manera que, estos se apresuran a librarse del lastre que les impide hacer su libérrima voluntad, de manejar a su antojo un país, sin otro compromiso que su ofuscado y egocentrista propósito de perpetuarse por largos años en el poder.
Aun aquellos, quienes como los españoles, tratan de dialogar o convivir con estos esperpentos del género humano, se ven prontamente desalentados, faltos de la menor comprensión ante la irreverencia, la ausencia de educación y protocolo, supuestos a aquellos que están al timón de un gobierno; quizás sería conveniente si por una vez, se dieran cuenta quienes rodean a estos personajillos, que las primeras cabezas en caer, serán las de aquellos a quienes le debe más el sátrapa en cuestión.

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