No me creí mucho el posible y ya dado por hecho por algunos, de que mi hijo tuviese oportunidad de pasar el invento maligno del servicio militar obligatorio dentro de la ciudad, y le llamo obligatorio aun cuando le llamen ahora general, porque es obligado, so pena de prisión. Esta es la patria de la dictadura actual, donde no es un derecho o deber para los ciudadanos el Ejercito, es una obligación, una imposición.
Otros han tenido éxito en un servicio militar muelle, suave, ganando un buen salario y en la misma Ciudad de la Habana donde residen, lo cual permite ir a casa con regularidad; eso son otros, yo no me esperaba ese tipo de suerte, viviendo bajo una mafia que desgobierna, sé que la casualidad tiene un margen microscópico; pero en mi caso, es cercano al cero absoluto.
Yo los veo y ellos me ven, así de sencillo, no tengo piedra donde ir a esconder el esqueleto, no existe, me queda el hecho de tener dignidad, dignidad adquirida, no cayó del cielo o me iluminó de pronto en un acto celestial, es la dignidad consciente y vívida, resultante del acto de ser libre, no libre en esta gran prisión que es Cuba, la libertad interior de temer más que se pierda el alma a que se pierda el cuerpo; muchos parecen eso, zombies, cuerpos sin alma que me pasan por el lado, que discuten sus miserias echando la culpa a quien no la tiene, protegiendo las exigüas riquezas adquiridas, mientras en el acto, pierden lo humano.
Por eso, si algo le dajaría a mi hijo, es que Viva libre, y no se trata de irse, porque donde quiera que se esté, si se llevan las cadenas se será esclavo, que Viva libre, pero dentro de sí, para que tenga dignidad, vergüenza y humanidad.
Si le pedí, no acceder a salir de Cuba armado por ningún motivo o razón, no disparar a ser humano alguno aun cuando le vaya la vida; luego que mata a uno, da igual matar a cien que a mil. Y allí estaré si se precisa, para que lleve su cabeza erguida, que deje el miedo a los torturadores y asesinos de la libertad en mi país y en el orbe.
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