Viven los latinos creyendo que solo existen 2 profesiones o propósitos en el mundo, la de Dios o la de simple mortal, como el primero sólo puede ocuparlo uno, el resto se conforma o resigna con la segunda. La educación, dedicada a ensalzar lo loable, ocultar o minimizar lo humano, abona y fertiliza el camino para quedar en las dos opciones anteriores; luego con el tiempo, se cree estar en una encrucijada y se decide según la realidad personal, en detrimento de la elevación espiritual, la inconsecuencia lleva a lo banal y este a una especie de estado soporífero y actos indiscutibles e irresolutos.
Se vive en una masa informe creyendo que todo está predestinado, en el que el acto personal o la responsabilidad, son hechos últimos o definitorios; en algún momento de la vida, la brusquedad se hace presente como repuesta y luego se es presa de esa decisión en la falsa creencia de demostrar debilidad por enderezar para no llegar al extremo.
En otros post he comentado sobre la influencia de ser frutos de un dogma, de una religión dogmática, con extensas regulaciones en todo aspecto humano para alcanzar lo divino, un dogma en el que se es o no se es, inmutable, regulador, a través de siglos alimentado con interpretaciones ineluctables de manera tal, que salir de este es ir a parar en lo opuesto. Ni aun en cuestión tan sencilla como el matrimonio de personas dedicadas al sacerdocio, tema que luego de leer el libro regente queda claro que se deja a la decisión personal y no la regula, a fecha de hoy continúa siendo tabú. Sobre esto, curiosamente quienes son excluidos o discriminados, han apelado a aquello de que cuando tu enemigo es más fuerte, únete a él y como es común en la historia de la humanidad, han tomado el color del medio para pasar inadvertidos como defensa.
En el caso particular de Cuba, la ausencia de acceso a la realidad de los perseguidos por la dictadura y la represión del natural derecho a expresarse, conspiran contra una posible y deseable participación activa en el reclamo de los derechos conculcados. El régimen, ha convertido al ciudadano común en ilegal desde su nacimiento en su propio país, se nace prácticamente con antecedentes legales, es como el pecado original, la sangre de Abel que nos condena aun nonatos, salvo que se nos condena a este infierno en vida, ya no se quiere ni esperar al juicio de lo alto, el Dios que trepó con promesas, comprando literalmente y vendiendo lo que no produjo, al amparo de muchos, cobra la impertinencia de cuestionar o querer cosa distinta a la de él.
El hecho de un mundo más interactivo entre las personas ha aminorado el pernicioso efecto y sin dudas, pondrá cota en el futuro a fenómenos como los de Cuba.
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