Es más el ruido, que las piedras de este río de cambios, no cambios del ineficiente sistema dictatorial, no, cambios porque sus barbas están en remojo; cambios sin vergüenza o escrúpulos, no les importa ya, a estas alturas ni quedar bien o mal con sectores de la población, se trata de sobrevivir algo más, quizás salvar el pellejo por otro tiempo.
Revienta la pústula hedionda en la piel de la isla, los irresistibles olores de la putrefacción al ser tan extenso el mal, han comenzado a llegar a las propias narices de quienes ciegos y vendido por puestos, casas o mejoras nimias en sus vidas materiales, se han prestado a participar aun del crimen.
Se suceden las "bolas", los dimes y diretes populares, pero sin dudas, la poca credibilidad se ha desplomado totalmente; desde sus inamovibles puestos y cargos, cada jugada o movida, les acerca a su fin, un fin demorado por las vueltas del destino. Abocados al último respiro, el aliento de un pueblo que se levanta y dice basta, les azota el rostro impúdico de su egolatría.
Bien harían en correr ahora, luego, tropezarán y caerán cuando el pueblo patee sus viejos traseros fuera de la patria que han arruinado y desvastado a su gusto.
Nadie les cree sus "cambios", aun sus acólitos, usando el acceso que ellos mismos le han provisto le critican abiertamente, furiosamente, sin recato o miedo, con pelos y señales les echan en cara lo que para ellos es una debilidad y para la historia, quedara como el último intento, la movida final antes del jaque mate a la dictadura.
No importa el mañana, sin futuro no hay mañana; lo que hoy es disgusto, al siguiente es ira.
Las renuncias de dirigentes sindicales, que se niegan a participar de los despidos, no duden de que serán huelgas, protestas multitudinarias y desahogo popular por la pésima situación de la que sólo ellos son culpables y cuyas consecuencias, intentan recargar sobre los cansado y expoliados hombros de la masa trabjadora cubana.
El no va más del pueblo cubano, se hace sentir en los medios, en la calle, se pasa de boca en boca, y es el pan cotidiano, a falta del verdadero, del pan que alivia y calma el hambre.
Revienta la pústula hedionda en la piel de la isla, los irresistibles olores de la putrefacción al ser tan extenso el mal, han comenzado a llegar a las propias narices de quienes ciegos y vendido por puestos, casas o mejoras nimias en sus vidas materiales, se han prestado a participar aun del crimen.
Se suceden las "bolas", los dimes y diretes populares, pero sin dudas, la poca credibilidad se ha desplomado totalmente; desde sus inamovibles puestos y cargos, cada jugada o movida, les acerca a su fin, un fin demorado por las vueltas del destino. Abocados al último respiro, el aliento de un pueblo que se levanta y dice basta, les azota el rostro impúdico de su egolatría.
Bien harían en correr ahora, luego, tropezarán y caerán cuando el pueblo patee sus viejos traseros fuera de la patria que han arruinado y desvastado a su gusto.
Nadie les cree sus "cambios", aun sus acólitos, usando el acceso que ellos mismos le han provisto le critican abiertamente, furiosamente, sin recato o miedo, con pelos y señales les echan en cara lo que para ellos es una debilidad y para la historia, quedara como el último intento, la movida final antes del jaque mate a la dictadura.
No importa el mañana, sin futuro no hay mañana; lo que hoy es disgusto, al siguiente es ira.
Las renuncias de dirigentes sindicales, que se niegan a participar de los despidos, no duden de que serán huelgas, protestas multitudinarias y desahogo popular por la pésima situación de la que sólo ellos son culpables y cuyas consecuencias, intentan recargar sobre los cansado y expoliados hombros de la masa trabjadora cubana.
El no va más del pueblo cubano, se hace sentir en los medios, en la calle, se pasa de boca en boca, y es el pan cotidiano, a falta del verdadero, del pan que alivia y calma el hambre.
Mientras ellos dan agüa a su dominó, no hay persona en la ciudanía que crea sus promesas o esté dispuesto a esperar, otra vez, por la bonanza que nunca llegará mientras sus traseros inamovibles ocupen a la fuerza y contra toda justicia los asientos del poder.
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