Leo sobre las ingentes inversiones en Venezuela, especifícamente en el sector petrolero. La analogía que me viene al caso es la de las empresas que invirtieron en Cuba; hoy rehenes de la dictadura cubana, obligadas a doblegar su independencia en aras de no sufrir las pérdidas con que se ven amenazadas, una especie de terror a gran escala, incidente a su vez, en la actitud de los gobiernos correspondientes.
El desenlace final del Rey español, recibiendo a Chávez cordialmente, culminó el teatrillo en 3 actos principiado con la sugerencia que dió la vuelta al mundo de callar la boca espetada por el rey agotada su paciencia y al de muchos allí presentes por el indisciplinado de Chávez. Intereses económicos, no los aducidos o sugeridos altruistas, obligaron a la corona española a inclinarse ante el émulo del dictador cubano.
Quienes invierten hoy en Venezuela, bajo los términos de Chávez, se arriesgan en el futuro a servir de puntas de lanza en sus respecitvos países, tal y como ha sucedido a los inversionistas en territorio cubano; las amenazas de perder lo invertido, sin retribución alguna, los pondrá a merced de intereses políticos tendientes a perpetuar una persona en el poder.
Si quien paga manda, quien acredita obedece, este es el caso. Fiel reflejo de esa realidad, son las piruetas del canciller español, para congraciarse con la dictadura cubana y tener esperanzas de evitar futuras represalias contra empresarios e interéses españoles en Cuba.
La ausencia de previsión sobre las consecuencias de hacer negocios con mafias gubernamentales, han conducido al contubernio de sucesivos gobiernos españoles con la dictadura cubana. Incluso, gobiernos contrarios en ideología y proyección social con esa misma dictadura, se han visto atados de pies y manos en solventar el espinoso entuerto.
Sirva el cambalache cubano, de aviso para quienes promueven desde paises democráticos, negocios, arreglos o transacciones, que nada tienen que ver con promover la libertad y la democracia en Cuba, ausentes por más de 50 años.
El desenlace final del Rey español, recibiendo a Chávez cordialmente, culminó el teatrillo en 3 actos principiado con la sugerencia que dió la vuelta al mundo de callar la boca espetada por el rey agotada su paciencia y al de muchos allí presentes por el indisciplinado de Chávez. Intereses económicos, no los aducidos o sugeridos altruistas, obligaron a la corona española a inclinarse ante el émulo del dictador cubano.
Quienes invierten hoy en Venezuela, bajo los términos de Chávez, se arriesgan en el futuro a servir de puntas de lanza en sus respecitvos países, tal y como ha sucedido a los inversionistas en territorio cubano; las amenazas de perder lo invertido, sin retribución alguna, los pondrá a merced de intereses políticos tendientes a perpetuar una persona en el poder.
Si quien paga manda, quien acredita obedece, este es el caso. Fiel reflejo de esa realidad, son las piruetas del canciller español, para congraciarse con la dictadura cubana y tener esperanzas de evitar futuras represalias contra empresarios e interéses españoles en Cuba.
La ausencia de previsión sobre las consecuencias de hacer negocios con mafias gubernamentales, han conducido al contubernio de sucesivos gobiernos españoles con la dictadura cubana. Incluso, gobiernos contrarios en ideología y proyección social con esa misma dictadura, se han visto atados de pies y manos en solventar el espinoso entuerto.
Sirva el cambalache cubano, de aviso para quienes promueven desde paises democráticos, negocios, arreglos o transacciones, que nada tienen que ver con promover la libertad y la democracia en Cuba, ausentes por más de 50 años.
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