Ser de la raza negra en Africa es común, lo extraño es un alguien de la raza blanca, en Europa, un negro puede ser llamativo entre tanta blancura, son populares entre los blancos del sexo opuesto, por la vitalidad inherente o siendo precisos, acreditada de antaño a esa raza; en EEUU, luego de las últimas elecciones, ya se puede ser presidente, cabría acotar.
En Cuba, lo que en otros países es común, llamativo, y aun en algunos lugares, una penitencia, es en la isla caribeña una condena. Tras la subida al poder del dictador, propaganda mediante, hay igualdad para todos independientemente del color de la piel; como por arte de magia, desapareció la discriminación racial, por edicto, de la nada, el negro es igual al blanco desde 1959.
Como otras burdas mentiras, el paraíso cubano propalado a los cuatro vientos, es en la realidad un infierno, pero a los negros en Cuba, les ha tocado hervir y arder más que al resto de la población, que a estas alturas, tiene de blanca la población, sólo el escrito en el carnet de identidad, porque aquí el que no tiene de congo, tiene de carabalí, les ha tocado ese extremo, dentro de la cuerda de los más iguales, en el polo opuesto, vale aclarar.
Si a un blanco opositor se le ve como un descarriado dentro del espíritu dictatorial, el negro opositor es despreciable, abominable; además, este hecho empaña como ningun otro la imagen propalada y debe ser reprimido expéditamente, con todo el peso de la ley, y creánme, la ley cubana, diseñada para prolongar la dictadura, pesa bastante.
Negro, de la más oriental de las provincias, albañil; era el blanco perfecto, la pieza prescindible dentro de la máquina del terror. No había para el título o popularidad que le salvaguardase de la infamia y el asesinato; un negro que no quiere comer... normal, mientras ese negro languidecía, otros decían, perdón, dicen que en Cuba reina la normalidad, son pecadillos, nimios deslices, hay que ver el gran cuadro (big picture); no romper el diálogo (más bien monólogo a una dictadura sorda a caulquier reclamo), no romper los puentes (a una dictadura que ha mucho no tiene ni puentes ni la cabeza de un guanajo) para prestar atención y producir un cambio necesario en Cuba.
De una condena en prisión, la de la vida cotidiana le estaba garantizada en esta dictadura por ser negro, de 3 años, increíblemente pasó a más de 30, y caramba, ¿a cuantos mató dentro de los penales?; muy al contrario, su cuerpo sin vida reflejaba aun las huellas de las golpizas propinadas por sus carceleros.
Así de simple, la dictadura asesinó a Orlando Zapata Tamayo.
En Cuba, lo que en otros países es común, llamativo, y aun en algunos lugares, una penitencia, es en la isla caribeña una condena. Tras la subida al poder del dictador, propaganda mediante, hay igualdad para todos independientemente del color de la piel; como por arte de magia, desapareció la discriminación racial, por edicto, de la nada, el negro es igual al blanco desde 1959.
Como otras burdas mentiras, el paraíso cubano propalado a los cuatro vientos, es en la realidad un infierno, pero a los negros en Cuba, les ha tocado hervir y arder más que al resto de la población, que a estas alturas, tiene de blanca la población, sólo el escrito en el carnet de identidad, porque aquí el que no tiene de congo, tiene de carabalí, les ha tocado ese extremo, dentro de la cuerda de los más iguales, en el polo opuesto, vale aclarar.
Si a un blanco opositor se le ve como un descarriado dentro del espíritu dictatorial, el negro opositor es despreciable, abominable; además, este hecho empaña como ningun otro la imagen propalada y debe ser reprimido expéditamente, con todo el peso de la ley, y creánme, la ley cubana, diseñada para prolongar la dictadura, pesa bastante.
Negro, de la más oriental de las provincias, albañil; era el blanco perfecto, la pieza prescindible dentro de la máquina del terror. No había para el título o popularidad que le salvaguardase de la infamia y el asesinato; un negro que no quiere comer... normal, mientras ese negro languidecía, otros decían, perdón, dicen que en Cuba reina la normalidad, son pecadillos, nimios deslices, hay que ver el gran cuadro (big picture); no romper el diálogo (más bien monólogo a una dictadura sorda a caulquier reclamo), no romper los puentes (a una dictadura que ha mucho no tiene ni puentes ni la cabeza de un guanajo) para prestar atención y producir un cambio necesario en Cuba.
De una condena en prisión, la de la vida cotidiana le estaba garantizada en esta dictadura por ser negro, de 3 años, increíblemente pasó a más de 30, y caramba, ¿a cuantos mató dentro de los penales?; muy al contrario, su cuerpo sin vida reflejaba aun las huellas de las golpizas propinadas por sus carceleros.
Así de simple, la dictadura asesinó a Orlando Zapata Tamayo.
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